lunes, 28 de marzo de 2011
SUSPIRANDO
Suspirando, cogí otro cigarro. Las colillas ya se amontonaban en un irónico monumento a los minutos robados.
El whisky también bajaba alarmantemente, y las horas pasaban, lentas, riéndose en mi puta cara.
¿Qué estaba pasando? ¿por qué me pasaban a mi esas cosas? La respiración me faltaba, y hasta las paredes me parecían extrañas, como carentes de sentido, sin ese sentido que su aroma, el de ella, les daba. Nunca antes había bebido tanto whisky mezclado con lágrimas. Ni siquiera me preocuparla de apartármelas de la cara para que no cayeran al vaso. ¿Que más daba?
Y la noche seguía, negra, triste, melancólica, cómplice de nuestros secretos, nuestros mágicos y maravillosos momentos, vástagos de meses llenos de vida, acciones maravillosas, y futuros gloriosos, que lentamente se iban por el desagüe, junto con mi sangre, coagulada de tanto alcohol y de tantas pastillas.
Era curioso ver como todo se puede ir a la mierda en nada de tiempo. Como todo aquello por lo que luchamos, y luché con toda mi alma, desaparecía con el humo de mi cigarro. Tantas promesas... Sueños... Rotos. Rotos como mi corazón, que cada vez que sentía algún antiguo recuerdo o sensación donde rebosaran sus risas, las de ella, se rompía otra vez, y otra más, haciendo insoportable el dolor que ya me entumecía los brazos, esos brazos que ya quizás no volverían a abrazarla, o a acariciar su suave piel, esa piel que era toda mi vida, toda mi razón de existir. Era curioso ver como todo perdía el sentido, la vida, el día a día, hasta la más ínfima cosa me parecía grotesca y detestable, hasta levantarme cada mañana era ahora imposible...
Si al menos ella estuviera a mi lado…
Y con un suspiro, bebí otro trago de whisky combinado con lágrimas.
Luis Asenjo Robles
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